Análisis de la moción de censura de 2018: Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy
Antecedentes
Las mociones de censura de la democracia: predominio de la estrategia sobre el triunfo
No es la primera vez que se intenta sacar adelante una moción de censura en la joven democracia española. Desde Felipe González, pasando por Antonio Hernández Mancha, hasta Pablo Iglesias, otros líderes ya lo hicieron con anterioridad. Y aunque ninguno de ellos cumplió el objetivo de lograr un cambio de Ejecutivo, estos precedentes sirvieron a nivel estratégico para promocionar a los líderes que encabezaron las distintas mociones.
En 1980, un joven Felipe González aprovechaba la coyuntura política para atraer el foco de atención y «presentar ante la sociedad española “un proyecto global de Estado”». Pese a que en el PSOE eran conscientes de que no tenían los votos suficientes para triunfar (perdieron la moción el 30 de mayo por 152 votos a favor, 166 en contra y 21 abstenciones), González pudo emplear el debate parlamentario, televisado en directo por TVE, para presentarse como candidato a la presidencia. Dos años después ganaba las elecciones generales en España y obtenía 202 diputados. Permanecería en el poder durante 14 años (hasta 1996).
El candidato de la primera moción de la democracia se enfrentó en 1987 a la segunda. Pero el caso de Hernández Mancha fue algo distinto, puesto que no consiguió el efecto deseado. El entonces líder de Alianza Popular fue recriminado por prácticamente la totalidad del hemiciclo, acusado de utilizar el debate para ensalzar su propia figura. Perdió la moción de censura con solo 66 votos a favor y 195 en contra, sumados a las 71 abstenciones. Al contrario que González, dos años después de protagonizar la moción Aznar era ya el nuevo líder de la formación, convertida en el Partido Popular.
Finalmente, en junio de 2017 Pablo Iglesias impulsó la tercera moción de censura de la democracia española, aún sabiendo que sin el apoyo de los socialistas, el PNV o Ciudadanos, ésta no saldría adelante. Pero estratégicamente hablando fue un gran movimiento: con Pedro Sánchez fuera de la cámara tras renunciar a su acta de diputado, Iglesias acaparó toda la atención y lo aprovechó para tratar de erigirse como el referente de los votantes de izquierda. Iglesias sólo consiguió sumar 82 votos afirmativos, y perdió la moción con 170 votos en contra y 97 abstenciones. Incluso el propio Rajoy, consciente de sus intenciones, le espetó en el debate: «¿A qué viene esta moción de censura señor Iglesias, si no es para conocer de qué lado de la raya se encuentra el PSOE?».
No es por tanto de extrañar que, en un contexto político convulso como el que atravesaba España a principios de 2018, con una Cataluña en pie de guerra en la que Rajoy había optado por aplicar el artículo 155 de la Constitución, innumerables casos de corrupción relacionados con el Partido Popular aflorando, y una crisis económica azotando al conjunto de la población española, convertida ya en crisis social, el PSOE decidiera jugar la carta de la moción de censura. Como ha demostrado la historia reciente de la democracia de España, fuera cual fuera el resultado, la moción en sí misma ya proporcionaba a los socialistas una fuerte herramienta mediática. Y en cualquier caso, saliera o no adelante, el contexto político sería menos estable para el gobierno de Rajoy.
El contexto: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Un parlamento dividido
La imposibilidad de formar gobierno tras los resultados de las elecciones generales de 2015 obligaron a repetir las elecciones en junio de 2016. Pero ambas contiendas electorales dejaron un paisaje político muy distinto al acostumbrado: los votantes dejaron claro en las urnas que daban por muerto el bipartidismo en torno al cual había girado el conjunto del sistema político desde la Transición.
Elaboración propia con datos de resultados electorales de las elecciones generales de 2015 en España
El resultado de las elecciones de 2016 arrojó un parlamento muy dividido, que abrió una nueva etapa política con el auge de los denominados «nuevos partidos» como Podemos o Ciudadanos, pero también con una fuerte presencia de partidos regionalistas que habían ganado fuerza. Un congreso, pues, con presencia de 12 grupos políticos distintos, pero también muy dividido ideológicamente en dos grandes bloques de similar tamaño: atendiendo a la dicotomía derecha-izquierda, el ‘bloque’ formado por PP-Ciudadanos sumaba 166 escaños, mientras que el formado por PSOE-Podemos (más confluencias) alcanzaba los 155.
El PP fue el partido más votado y Mariano Rajoy logró hacerse con la presidencia del Gobierno tras 10 meses en funciones. Sin embargo, lo hizo con el parlamento más dividido desde la Transición, y tras 300 días que pusieron de manifiesto que a los partidos les estaba costando entender las nuevas reglas del multipartidismo.
Una situación insostenible
2018 estuvo marcado por protestas de pensionistas, huelgas y manifestaciones de estudiantes universitarios y de secundaria, fuertes reivindicaciones feministas (sobre todo tras el estallido del caso de La Manada), y en general el azote al gobierno por parte de una sociedad que mostraba su descontento.
El panorama social destacó por sus numerosas tensiones, que se manifestaron en protestas de diversos colectivos. Entre ellas resalta la situación de Cataluña, que vivía una situación de especial anormalidad e inquietud tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución que significaba la supresión de su autonomía.
Y a este contexto socio político ya de por sí complicado se sumaron los numerosos casos de corrupción que llevaban tiempo planeando sobre el Partido Popular, y que cuajaron durante la primera parte de 2018. Sobre todo el Caso Cifuentes, que rozó de rebote a Pablo Casado y que se situó en el eje mediático.
Justo después de aprobar los presupuestos, la gota que colmó el vaso llegó con la sentencia del Caso Gürtel en la Audiencia Nacional, que vinculó al PP con graves casos de corrupción a nivel nacional y certificó que el partido se había financiado con una caja b en su sede central. La percepción de la corrupción era insoportable, y el contexto de gran inestabilidad se había convertido en una situación insostenible.
La moción de censura de mayo de 2018
Tras el revuelo que supuso la sentencia del caso Gürtel, todo cambió. Y no solo por las graves condenas, como la de Luis Bárcenas —a quien el mismo Rajoy colocó como tesorero del partido, apoyó todo el tiempo que pudo y envió mensajes de ánimo vía SMS— a 33 años cárcel o la de Francisco Correa a 51, sino porque la AN daba por probado que el PP se financió ilegalmente durante años e incluso puso en duda la credibilidad de Mariano Rajoy como testigo.
La presión creció por minutos mientras los medios de comunicación iban aportando más y más detalles sobre la sentencia. Sánchez y su equipo, que habían descartado anteriormente la idea de presentar una moción de censura debido a la necesidad de recibir apoyo de los partidos independentistas catalanes, sabían que en ese momento la situación había cambiado. Por su parte, el entonces presidente seguía esperando en silencio, quizá todavía pensando que lograría, una vez más, aguantar. Pero no sería así. Solo un día después de hacerse pública la sentencia, el 25 de mayo, Pedro Sánchez registró en el Congreso una moción de censura contra Mariano Rajoy, pese a que los pronósticos entonces no vaticinaban que pudiera salir adelante.
Los posibles escenarios: hora de sumar
En este punto, tres eran los escenarios posibles. Cada uno con una combinación numérica distinta, y unos retos a los que hacer frente. Haremos un breve análisis de cada uno de ellos:
1. PSOE (84) + Unidos Podemos (67) + Ciudadanos (32) = 183
El primer escenario correspondía a la posibilidad de que los 3 partidos mayoritarios ubicados en la oposición en el congreso votaran a favor de la moción de censura. Unidos Podemos aseguró de forma inmediata que apoyaría la moción. Por ello, en este caso el reto principal que tenía que ser superado era lograr que un partido como Ciudadanos apoyara una presidencia socialista respaldada por Podemos, algo bastante complicado en ese momento.
Por otro lado, parece comprensible que Ciudadanos, que se encontraba impulsado por sus resultados en Cataluña pocos meses atrás y contaba con buenos pronósticos, no quisiera promover al que consideraba su principal competidor a una posición en la que podía consolidar y mejorar su intención de voto. Quizá por ello desde el partido naranja declararon que solo apoyarían una moción de censura para convocar elecciones —la denominada “moción instrumental”—, algo que no casaba con la intención del PSOE de gobernar durante unos meses (como se dijo en un principio, aunque más tarde introducirían la idea de agotar la legislatura). Las probabilidades de que este escenario terminara haciéndose realidad eran bajas.
2. PSOE (84) + Unidos Podemos (67) + partidos regionales (hasta 33) = hasta 184
[ERC (9) + PDeCat (8) + PNV (5) + Compromis (4) + EH Bildu (2) + Nueva Canarias (1) + Coalición Canaria (1) + UPN (2) + Foro Asturias (1)]
El segundo escenario posible correspondía a la posibilidad de que los distintos partidos regionales sumaran a favor de la moción de censura. Sin embargo, algunos de ellos como UPN y Foro Asturias, socios tradicionales del PP, ya habían declarado públicamente que no se mostraban favorables a apoyar la moción. También lo había manifestado así Coalición Canaria.
Por otro lado, un gran reto al que debía hacer frente Sánchez era lograr el apoyo del PNV, partido que acababa de apoyar los Presupuestos del PP, y para el cual respaldar la moción de censura contra Rajoy significaba también volver a poner en entredicho el tratamiento financiero favorable con el que contaban en dichos presupuestos. Por último, también cabía la posibilidad de que algunas de las demandas de los partidos nacionalistas catalanes, partidarios de la independencia de Cataluña, fueran inaceptables para un PSOE que continúa teniendo sus feudos en comunidades como Andalucía o zonas centrales de España.
3. PSOE (84) + Unidos Podemos (67) = 151
El tercer escenario posible era el supuesto más probable: que la moción de censura no saliera adelante por no contar con apoyos suficientes. El único partido que había asegurado desde el principio que apoyaría la moción era Unidos Podemos, pero sus votos sumados al los del PSOE no llegaban a la mayoría necesaria de 176 votos a favor sin contar con otros apoyos. Esta posibilidad era la que más probabilidades tenía de hacerse realidad.
La probabilidad objetiva de que la moción de censura tuviera éxito era relativamente baja. Sin embargo, consiguieron que saliera adelante. ¿Cómo lograron ganar una moción de censura que parecía perdida?
Así se ganó la moción de censura
Malos pronósticos
Desde el principio Pablo Iglesias prometió el apoyo de los diputados de su partido sin condiciones. Sin embargo, Ciudadanos no se sumó al carro: no parecían querer unas elecciones en las que el que consideran su principal competidor estuviera ocupando la Moncloa. Se descartaba así el primer escenario. En ese momento el tercero parecía el más plausible, y quedaba como improbable que la moción lograra sumar los apoyos necesarios. En algunos medios de comunicación incluso se hablaba de que Sánchez no pretendía ganar la moción sino reforzar su figura como jefe de la oposición, ciertamente mermada por el empujón que estaba teniendo Ciudadanos tras sus resultados en Cataluña.
El fin de semana tras la presentación de la moción la situación no mejoró para el PSOE, y la posibilidad de que ésta saliera adelante se veía más lejana que nunca. El domingo Quim Torra, presidente catalán, hizo públicas sus condiciones: como era de esperar, pidió compromisos para la liberación de los presos políticos y el derecho de autodeterminación. Unas peticiones que resultaban imposibles de cumplir para Sánchez. El PDeCat abogaba en ese momento por la abstención.
Primer asalto
Sin embargo, el lunes algo cambió. No se conoce la razón —si fue gracias a contactos y negociación o por decisión interna al imponerse el ala más moderada del partido—, pero los diputados de PDeCat empezaron a dejar ver algunas preguntas que conducían a pensar que podrían estar cambiando de opinión. Parecían pensar que echar a Rajoy de la Moncloa y ver si la situación de Cataluña cambiaba con Sánchez en el poder podría no ser tan mala opción. Ese fue el punto de inflexión. Pero el PSOE todavía necesitaba más apoyos, y sobre todo que el PNV, que una vez más tenía la llave, votara a su favor. Y en ese momento parecían decididos a abstenerse.
Segundo asalto
El PNV, que la semana anterior ayudaba a Rajoy a sacar adelante los Presupuestos, se encontraba entonces en una posición difícil. No parecía lógico desbancar al PP pues eso significaba también arriesgar el tratamiento financiero favorable conseguido gracias a los recién aprobados presupuestos. Pero la posibilidad de que los nacionalistas catalanes votaran a favor de la moción dejaría al PNV como único salvador de un Rajoy acechado por los casos de corrupción, nada apreciado en Euskadi, y que cada hora que pasaba se convertía más en cadáver político. Todavía no estaban decididos a votar a favor de la moción, pero comenzaban a darse cuenta de que salvar a Rajoy podría tener un alto coste.
Por su parte, el PSOE empezó la ronda de reuniones. Así confirmaron que Compromís, EH Bildu y Nueva Canarias estaban dispuestos a sacar a Rajoy de la Moncloa, y ERC y PDeCat también tenían la puerta abierta.
Tercer asalto
El miércoles 30 de mayo Iglesias ofreció a Rivera una «moción instrumental» para convocar elecciones. Si el viernes la moción de censura del PSOE fracasaba, Podemos y Ciudadanos presentarían juntos otra, con un candidato y un único punto en su programa: la convocatoria inmediata de elecciones. Al mismo tiempo, el presidente catalán Torra había desbloqueado el Govern de la Generalitat con nuevos nombramientos, con lo que el levantamiento del 155 era inminente. La presión para el PNV era más fuerte que nunca: si no votaban a favor de la moción de censura del PSOE, el coste de la abstención para salvar a Rajoy sería en vano puesto que el Gobierno caería igual y habría elecciones. Y este escenario era para ellos peor que un gobierno socialista, pues contemplaba la posibilidad de un auge de Ciudadanos en el Congreso.
Cuando Ábalos se reunió con los vascos, el PSOE ya contaba con 175 votos a favor: los 84 diputados de su partido sumados al apoyo de Podemos (67), ERC (9), PDeCat (8), Compromís (4), Bildu (2) y Nueva Canarias (1). Además, en el PNV ya estaban al corriente de la maniobra de Iglesias, y también sabían que el desbloqueo del gobierno catalán era prácticamente inminente: la votación de la moción de censura se iba a realizar casi con el 155 levantado. Todo parecía indicar que si no votaban a favor, se quedarían solos defendiendo un gobierno que acabaría cayendo de todas formas, desembocando en nuevas elecciones. El PNV tenía la llave, pero en este punto ya se estaban dando cuenta de que el coste de no apoyar la moción sería demasiado alto.
En estas circunstancias se llegó el jueves 31 de mayo y el viernes 1 de junio al debate y posterior votación de la moción de censura. Ésta arrojó un resultado que, contra todo pronóstico inicial, le dio la victoria a Pedro Sánchez con los votos favorables de 180 diputados. Un resultado muy ajustado, como puede verse de forma clara en el siguiente gráfico, pero una gran hazaña si se tienen en cuenta las probabilidades de que los socialistas consiguieran los apoyos necesarios.
Resultado de la votación de la moción de censura contra Mariano Rajoy el 1 de junio de 2018
Elaboración propia con datos de resultados de la votación de la moción de censura en el Congreso de los Diputados el viernes 1 de junio de 2018
Las claves
En resumen, cinco factores fueron determinantes para que la moción de censura de mayo, que un principio parecía perdida, saliera adelante. Primero, Pablo Iglesias y su partido jugaron un papel fundamental. No solo por su apoyo incondicional a la moción desde sus inicios. Sobre todo por su brillante acción estratégica, a tan solo un día de la votación, de proponer a Ciudadanos una moción de censura alternativa e «instrumental» para convocar elecciones si Sánchez fracasaba. Este movimiento fue decisivo para poner presión sobre el PNV y lograr que este partido votara finalmente a favor de la moción.
Así, y en segundo lugar, otro de los principales factores que influyeron para que la moción de censura saliera adelante fue el hecho que el PNV no pudiera elegir entre PP y PSOE, sino que tuviera que escoger entre un gobierno del PSOE o unas nuevas elecciones.
Tercero, el grado de tensión alcanzado en Cataluña también fue determinante, pues había evidenciado dos cosas. Por una parte, que Rajoy y el Partido Popular ya no podrían contar con los nacionalistas para ayudarles a formar gobierno como en numerosas anteriores ocasiones. Y por otra que el PP había sido incapaz de dar una respuesta efectiva al problema catalán. Sin una coyuntura como ésta, es improbable que todos los partidos nacionalistas hubieran apoyado una moción como la de Pedro Sánchez.
En cuarto lugar, la larga crisis de régimen que sufre la democracia española —con la correspondiente indignación social con respecto a la clase política y las luchas internas por parte de las élites—, que creó un clima insostenible para el gobierno del Partido Popular que fue muy bien aprovechado por Pedro Sánchez.
Y finalmente, el mensaje. La idea de «Echar a Rajoy» fue crucial para lograr el apoyo de tan diversos y variopintos grupos políticos. No en vano Sánchez empleó 20 minutos del tiempo de su discurso (de un total de 52) para hablar de regeneración democrática, siendo éste el tema principal de su intervención (ver Anexo 1). La estrategia de convertir la votación en un apoyo o reprobación del gobierno del PP colocó la pelota en el tejado de todos grupos políticos, consiguiendo que muchos de los cuales sintieran la presión de las posibles consecuencias si decidían no jugarla.
Más allá de la moción de censura
Una moción de censura global
Medios de todo el mundo recogieron en sus portadas digitales la salida forzada de Mariano Rajoy, apuntando en sus titulares que la causa fue «un escándalo de corrupción». Numerosas cabeceras europeas siguieron la moción de censura de España minuto a minuto, e informaron en directo a sus lectores de todo lo que ocurría en el Congreso de los Diputados. En el resto del mundo, la noticia de la marcha de Rajoy abrió las secciones de Internacional de numerosos medios relevantes, como The New York Times, The Washington Post, o The Wall Street Journal.
La convulsa situación de inestabilidad de España, sus causas y posibles consecuencias, fueron analizadas con lupa, especialmente en Europa. En Francia, Le Monde lo resumía de la siguiente manera:
«El estado de decadencia política en que España se encuentra hoy es la culminación de un proceso de deconstrucción que comenzó con la crisis económica y financiera de 2008-2010, que expone las fallas de una sociedad presa de su pasado, por no haber sabido cómo enfrentarlo de otra forma que no sea a la manera de avestruces.»
Queda claro que en Europa no gusta la deriva de España, ni lo ocurrido en el 1 de junio en Madrid. Allí, los cambios bruscos y la inestabilidad no son plato de buen gusto. Los medios estuvieron —y siguen— muy pendientes del desarrollo de los acontecimientos en España, pues todos coincidían en una cosa: en que tras la moción de censura a Sánchez le esperaba «una etapa difícil».
¿Un gobierno inviable?
Sánchez llegó a la Moncloa y lo hizo de una forma del todo imprevista. Para darse cuenta de ello solo hacía falta el 1 junio echar la vista 15 días atrás: Rajoy acababa de aprobar los presupuestos y parecía dispuesto a agotar la legislatura. También lo hizo de forma muy ajustada: una apurada mayoría parlamentaria acordó derribar a Mariano Rajoy y su gobierno. Pero ese fue todo el acuerdo. No se llegó, con mayoría parlamentaria, a pactos o acuerdos más allá. Acuerdos necesarios —casi imperativos— sobre el rumbo que debía llevar el país a partir de entonces para garantizar la gobernabilidad.
Como bien mencionaron diversos medios de comunicación, cualquier nuevo gobierno debería contar con un programa definido, presentado ante la Cámara, y con apoyos parlamentarios suficientes que proporcionasen estabilidad política y económica al país en un momento que se presentaba especialmente delicado. Sin embargo, teniendo en cuenta el contexto político, parecía más bien que el nuevo gobierno de Sánchez tendría complicado contar con esas premisas. Y que en el futuro le iba a ser complicado mantener un Ejecutivo estable y coherente. La moción logró desalojar a Rajoy de la Moncloa, pero falló en generar más estabilidad política.
Además, en España la legitimación democrática del Gobierno se basa en el vínculo de confianza que le une al Congreso, y que se manifiesta en el apoyo de una mayoría de diputados. Este apoyo puede quebrarse de distintas formas, entre ellas la moción de censura. En el sistema español, la Constitución establece que la moción de censura debe ser constructiva. Es decir, que dicho procedimiento no solo sirve para destituir a un presidente (censura), sino para designar a otro simultáneamente (constructiva). El objetivo es dar estabilidad al Gobierno.
Paradójicamente, una de las claves del éxito de la moción de censura es también su talón de Aquiles: el mensaje de que era necesario «echar a Rajoy» y al PP que tan bien caló en gran parte de la sociedad y en el seno de muchos partidos con presencia en el Congreso, nubló también el debate sobre el programa de gobierno que se necesitaba en España. Porque en este caso, el panorama en el Congreso durante el desarrollo de la sesión los días 31 de mayo y 1 de junio se corresponde más con el concepto de «sesión de censura» que con el de «moción de censura constructiva»: el resultado responde más a un «no» al gobierno de Rajoy que a un «sí» al de Pedro Sánchez. Quienes apoyaron el nuevo gobierno tienen pocas afinidades con el mismo. Algunos, de hecho, ninguna, como es el caso de los partidos nacionalistas catalanes. No en balde algunos partidos y medios de comunicación se refirieron a ella como «la moción Frankenstein». Si este factor provoca que el gobierno surgido de la moción sea inviable, sólo el tiempo lo dirá.
Por su parte, el entorno del presidente asegura que han logrado «demostrar lo más difícil: que se puede hacer cambios con 84 diputados». Pero lo que está claro es que el gobierno no está ni estará exento de apuros, polémicas y desencuentros. El más llamativo son los Presupuestos, a cuya aprobación parecía haber renunciado recientemente Sánchez, que ahora vuelven a estar sobre la mesa tras los resultados de las elecciones Andaluzas. Está por ver si, en este contexto, el actual presidente logra agotar la legislatura.
Claudia Benlloch