Pedro Sánchez ha optado finalmente por el 28 de abril en lugar del “superdomingo” como fecha para las elecciones generales en España. Así consigue evitar que las municipales se conviertan en un plebiscito en torno a su persona, pero también se arriesga una desmovilización en mayo por parte de los electores, cansados de acudir a las urnas. En cualquier caso, parece claro que la contienda electoral para las municipales y autonómicas va a estar en gran parte marcada por la política nacional.
Esta situación no beneficia mucho a Sánchez, pues la identidad nacional —a la que han decidido jugar fuerte Vox, PP y Ciudadanos— y el debate territorial son elementos que dividen al electorado del PSOE. Lo que obliga al partido a cuidarse de mensajes fuertes que pudieran impedirle penetrar al mismo tiempo en lugares muy distintos políticamente hablando: zonas que tienden más a la re-centralización y zonas que apuestan claramente por un modelo federalista. Porque Sánchez necesita que su mensaje cale en ambas para gobernar en España. La línea es muy fina, y Sánchez deberá hacer equilibrios para no entrar en contradicciones con respecto a lo que defiendan en las campañas municipales o autonómicas de las distintas regiones españolas. Y ellos también deberán tenerlo en cuenta.
La cercanía entre ambas elecciones también provocará que todos los barones del PSOE tengan que arrimar el hombro en la campaña de Sánchez, pues los resultados de las generales tendrán un gran peso en cómo se desarrollarán las del 26 de mayo. Con las municipales a la vuelta de la esquina, las generales no dejan de ser una apuesta a todo o nada para Sánchez. Existe un gran riesgo: si el PSOE apuesta a nivel nacional por un mensaje que lo sitúa como la única opción para evitar que la derecha llegue al poder y fracasa, el contagio de cara a las municipales podría resultar nefasto para los socialistas. Pero también podría salir bien y generar un empuje gracias al bandwagon effect que podría darles rédito.
De momento el PSOE está sabiendo aprovechar la poca diferenciación a nivel comunicativo que se ha dado recientemente entre Ciudadanos, PP y Vox (sumado a la famosa foto juntos en Colón), y que arrastra cada día más al partido naranja hacia la derecha. Probablemente este viraje es una estrategia buscada por los de Rivera para atacar al espacio ahora ocupado por el PP y frenar la fuga de votos de su partido en favor de Vox. Pero lo cierto es que esta situación abre la puerta al PSOE para erigirse como la alternativa moderada, y le permite generar mensajes que le ayuden a competir por ese jugoso espacio que necesita, más al centro, habitado por electores moderados que huyen del partido de Rivera por verlo cada día más parecido al de Abascal.
Los pasos que ha emprendido por el momento parecen acertados. Entre ellos, la campaña #LaEspañaQueQuieres, recién salida del horno, apunta ya a la idea de diálogo, a la España que habla todas sus lenguas y no levanta barreras. Un mensaje integrador en el que, como bien dicen, «cabemos todos». Veremos si funciona.
(Originalmente publicado en Polikracia)